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¿Eliminar el hambre emocional?

El hambre emocional no es algo que tengamos que eliminar, no es algo que tengamos que apartar de nuestras vidas ni algo que tengamos que demonizar. Todas las personas comen, en algún momento de sus vidas, de manera emocional y no pasa nada. La alimentación y la comida van de la mano siempre, no podemos hacer como si fuesen independientes, puesto que se esa manera, lo único que conseguiremos es desregularnos.

El hambre emocional es normal. Es imposible comer sin emociones

Comer implica la activación de áreas del cerebro encargadas de la supervivencia (cerebro reptiliano), así como, áreas del cerebro que están implicadas en la regulación de las emociones y de la conducta social (sistema límbico); por lo tanto el acto de comer es un acto biológico, emocional y social. Pensar que comer solo se debe hacer cuando identifiquemos que tenemos hambre física, es reducir la conducta de comer a algo demasiado simplista.

Os pongo un ejemplo: Mónica sale todo los días a las 19h de trabajar. Le gusta llegar a casa, darse una duchar y prepararse algo de picar (le encanta el queso y las patatas fritas, además suele acompañarlo con una cocacola). ¿Debe Mónica cambiar el queso y las patatas por una manzana?, ¿estaría mejor si Mónica se esperase a cenar para comer?, ¿debe Mónica cambiar su manera de descansar y calmarse tras una jornada de trabajo? No, no y no… A Mónica le gusta llegar a casa y prepararse ese picoteo, le genera emociones de calma, placer y bienestar, ¿tan malo es? ¿de verdad tiene que cambiar su manera de cuidarse porque implique comida?.



Todas las personas experimentan hambre emocional. No te empeñes en eliminarla

Ahora bien, para muchas personas, en determinadas ocasiones, utilizan la comida en respuesta a experiencias traumáticas o eventos estresantes. En estos casos, la comida se ha utilizado como un recurso para gestionar esas situaciones, ya sea como calma, como seguridad o como una forma de no sentir. Por lo tanto, la comida sería la manera que tienen algunas personas de regularse ante situaciones adversas, situaciones en las que no tenían recursos y la comida estaba disponible.

Cuando una persona tiene una experiencia traumática busca de manera desesperada ponerse a salvo y sobrevivir; por eso, ante estas situaciones, el comer emocional puede intensificarse como una manera de sobrevivir pero nunca como algo que sea patológico. Aquí el hambre emocional sería un síntoma de que tu cuerpo y tu cerebro están intentando sobrevivir a algo que es demasiado intenso. Aún en estos casos, la comida (y, por tanto, el hambre emocional), no podemos eliminarla tan fácilmente. Si la eliminamos, estaríamos dejando a la persona en peligro. Por lo tanto, antes que demonizar el hambre emocional o el comer emocional, quizás antes, deberíamos de reparar las heridas que subyacen a estas conductas. Solo de esa forma la comida tendrá la función que tiene (entre ellas, comer de manera emocional)

¿Qué hubiese sido de ti si no hubieses comido un bollito cuando estabas estresada con los exámenes? ¿Qué hubiese pasado si no hubieses comida patatas fritas cuando falleció un familiar cercano? ¿Qué hubiese pasado si la comida no hubiese estado presente cuando saliste de una relación de pareja? ¿Qué hubiese pasado si no hubieses comprado chuches a la salida del colegio cuando los niños de clase se metían contigo? ¿Qué hubiese pasado si no hubieses merendado dulces cuando en casa te sentías que nadie te hacia caso?

Por lo tanto, todas las personas vamos a experimentar hambre emocional. No eres la única, ni eres rara por hacerlo. Al revés, lo normal es utilizar la comida como recurso emocional en algunas ocasiones.

No hay nada de malo en ti, no hay nada que debas cambiar. En todo caso, habrá heridas que tengas que sanar.



Cuídate, te vas a necesitar



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